Mi profesor de Filosofía.
La
primera vez que vi al profe de filosofía, en seguida me di cuenta de que no
sería como los demás, y no me equivoqué. Me fijé en ese traje que llevaba
siempre con su maletín, y esa corbata o pajarita que nunca se le olvidaba.
Tengo que admitir que al principio me impuso un poco, ese traje le da una
especie de importancia que a los demás profesores no se les presume. Por otro
lado, me hizo ilusión que él fuera mi profe de filosofía, porque amigas mías lo
tuvieron en años anteriores y me dijeron que sus clases son geniales, porque
son diferentes. Solo me hizo falta oír el grito que dieron mis compañeros
cuando se enteraron de que Enrique sería nuestro profe de filosofía, para darme
cuenta de que realmente mis amigas no me mintieron. A pesar de que la filosofía
también tiene su grado de dificultad, como cualquier asignatura, mi profe las
hace muy llevaderas. Esa rutina que tiene de llegar a clase, decir esa especie
de “discurso”, a veces inteligible de lo rápido que habla, poner el “Cuadrado
de la muerte” y mirar a uno de nosotros para decirnos que no será el quién
corte esta atalaya de conocimientos. Todas esas cosas son las que hacen que
filosofía sea una de las asignaturas que mas me gustan, porque tengo que
admitir, que es la clase en la que más me río, por no decir en la única; por lo tanto, esas cosas también hacen que Enrique sea uno de los profes que más me gustan, a la hora de llevar sus clases. Pienso
que es un profesor que sabe cómo tiene que hacer su trabajo, para que los
alumnos e incluso él, se sientan a gusto en cada una de sus clases.
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